viernes, 12 de junio de 2015

Cuando llegue el momento, hacedlo.


No os voy a engañar, ni os voy a endulzar lo que me está rondando la cabeza de ninguna manera, os debo la verdad o eso creo, os la debo porqué ahora mismo si estáis recorriendo estas líneas con los ojos, sois mis lectores. El contrato se cierra en consecuencia, tengo vuestra atención y vosotros tenéis mi verdad o lo que yo creo que es verdad pues la verdad a veces es relativa a las opiniones. Aunque este no sea el caso.
Son las tres de la mañana casi y hay algo que no me deja dormir, algo a lo que no puedo dejar de dar vueltas, algo que me inquieta y me asusta, y algo que me dispongo a contaros. Puede que vosotros penséis, bah, no es para tanto, las tres no es tan tarde, creedme para mí, si. Hace un rato debía estar durmiendo. Por dos razones, la primera es que esa personita importante que esta por ahí dedicándome una pequeña parte de su vida me dijo hace ya rato que durmiera bien que me quería, con eso debería ser suficiente para granjearme buenos sueños. Sin embargo no es el caso. La segunda razón es que yo soy de esas personas que llega, plancha la oreja y en segundos está profundamente dormida. Normalmente es así... Aunque últimamente...
Voy al grano. Siempre a lo largo de mi vida ha habido episodios en que he tenido una especie de dolorosa certeza, una certeza a la que de verdad temo. La locura. Ha habido veces que mi mente se ha reído de mí, ha jugado conmigo, veces en las que he notado de verdad que la cordura no me acompañaba, que me sumía en la irracionalidad. Veces en las que de repente me he quedado en blanco, sin saber nada. En las que me han hablado de hechos vívidos de los que no albergo recuerdo alguno. Veces en las que he estado seguro de una cosa, hasta el punto de poner mi vida en juego si hiciera falta, y me han desmentido que tal cosa no era así. Veces en las que he estado fuera de lugar y con la terrorífica seguridad de encontrarme en una situación en la que no me encontraba. Y la peor de todas tomar una decisión concreta y difícilmente corregible de la noche a la mañana sin saber porqué la he tomado.
Pondré ejemplos. En orden mencionado. Estar haciendo cualquier tarea, estar yendo a cualquier sitio y quedarme paralizado porqué de repente he perdido la consciencia de donde estoy y hacía que me dirijo, de tal modo que me ha costado un rato salir de ese terrorífico estado en blanco; Que alguien me cuente una anécdota y yo no recuerde un sólo detalle de ella, que ni me suene, hasta el punto de pensar que esa persona se equivoca de protagonista. Pero sin embargo que otras personas me digan que esa anécdota es real, no es una mentira, que era yo de verdad y además era una de esas historias que no se olvidan, también me ha pasado con personas y lugares, olvidarlos por completo como si nunca los hubiera conocido; Estar hablando de algo que recuerdo con seguridad como que tal objeto era de tal color, o estaba en cierto sitio o posición y que me digan que no, que era de otro, que estaba en otro lugar o posición. Discutir y discutir por estar tan seguro de lo que digo que hasta me dejaría torturar defendiendo lo que creo. Sin embargo tras mucha discusión darme cuenta de que no tengo razón. Darme cuenta de que mi mente no funciona bien. La última fue una discusión porqué yo creía que tal persona había bebido "x" bebida y había bebido otra. Me hubiera apostado al vida a que había bebido granadina; Despertar y por algún motivo creer estar en peligro, en un peligro concreto sentir el miedo y la seguridad de estar en dicho peligro, de que no estoy en un sueño y de que estoy completamente despierto y consciente, estar intentando sobrellevar esa amenaza inminente y de repente, como si esa perdida de la cordura cesara, darme cuenta de donde estoy y de que todo había sido una locura momentánea; Por último. El ejemplo más significativo de tomar una decisión de repente sin saber porqué fue este. Me ha pasado dos veces. Tener una relación sentimental con alguien. Una relación de mayor o menor éxito pero una relación, una relación que no estaba en su peor momento, una relación que por difícil que fuera prometía. Acostarme una noche más o menos encariñado con esa persona y al día siguiente al despertar, el primer pensamiento que pasara por mi cabeza fuera una decisión. "Tengo que dejar a ..." quien fuera. Una decisión que pareciera implantada en mi mente. En plan "Origen". De repente te despiertas y has tomado una decisión tan importante, sin saber cómo, ni porqué, sólo que la has tomado, que debes hacer esa cosa que ha sido tu primer pensamiento del día. Piensas eso, es como si tuvieras la completa seguridad sin entenderlo de que debes hacer esa cosa. Y poco a poco a lo largo del día, vas argumentando porqué debes hacerlo, pero en el fondo sabes que no ha sido el raciocinio lo que ha implantado esa decisión en ti. Gracias a dios o a lo que sea siempre que he tomado esa decisión ha sido para bien, y en el caso de esas relaciones, no eran relaciones demasiado serias, importantes ni con vistas de futuro, pero aún así no puedo evitar temer el "que" haya tomado esa decisión el "que" haya funcionado de tal manera para que yo pensara así como si me lo hubieran grabado a fuego, y sobre todo temo que un día tome esa decisión y sea para mal. Para llevar mi vida por donde no llevo o para dejar a una persona a la que de verdad amo y con la que de verdad quiero estar.
Lo peor de algunos de estos casos es que a veces uno puede pensar que le están engañando, le están intentando confundir. Pero le desmienten cualquier tipo de duda, hasta el punto que la realidad le golpea a uno de frente, le arrolla hasta el punto de destrozarlo con la duda de "¿Estaré loco?", "¿funciona bien mi mente?" Hacerse esa pregunta es duro, sentir la certeza de que la mente de uno no marcha bien, de que hay algo que no funciona... Es doloroso. Es algo que desconcierta que nos arroja a la locura momentáneamente, a la desesperación por no saber que nos está pasando, que pasa dentro de nuestro interior. Con el tiempo aprendí acostúmbrame a estos "lapsos" al menos a acostumbrarme para que cuando lo sufriera no dejara traslucir mis sentimientos delatándome. Para que la gente no pensara de mí lo que yo pensaba en ese momento "Está loco". Pero antes de conseguir ocultar ese miedo y esa desesperación ante tal incertidumbre no miento si digo que me ha costado muchas depresiones, mucha rabia, ira, frustración, lágrimas, gritos y puñetazos impotentes contra algo. Muchas deseos oscuros y autodestructivos, mucho odio contra mi mismo y contra mi consciencia y raciocinio. Mucho miedo. Mucho estrés, mucha preocupación.

Y es que no pienso en ello, tengo la mente llena de cosas para pensar siempre en algo que no está pasando, pero cuando me pasa no puedo pensar en otra cosa. No puedo llenar mi mente sobre cosas que escribir, que hacer. Sobre aventuras que vivir, sobre risas que sentir o sobre besos que dar. Cuando sufro uno de estos episodios quedo totalmente anulado por ese estado depresivo de miedo y desesperada incertidumbre post-ataque. Y pienso en los antecedentes familiares relacionados con la perdida de la chaveta. Y pienso que si no estaré loco y todo es un sueño, la vida que tengo es una fantasía, pienso si no estaré de verdad atado en una habitación acolchada. Pienso si esos lapsos no irán a más. Pienso si alguien un día tendrá que sufrirlos junto a mi y por mi culpa. Pienso que un día acabaré loco, seguramente cuando esté mayor. Que no tendré esa bella vejez donde uno se conserva fuerte hasta que muere. Que no seré ese viejo cuyos hijos piensen "Seguro que todavía puede conmigo" Que no seguiré bien hasta que un día simplemente deje de estar. Que no disfrutaré de esa vejez idílica y que cuando llegue el día no tendré la fortaleza que deseo para morir como quiero, con dignidad y de pies. Pienso, aterrado, que un día la locura me invadirá. Que un día no seré capaz de ser yo mismo, que sólo seré una sombra triste que no se me parece, una sombra que no alberga mis rasgos, que no posee esas pocas cualidades que me hacían único. Que no es capaz de hacer reír, de infundir ánimos y valor en otros, que no es capaz de proteger y cuidar, que no es capaz de querer y amar. Pienso que un día no podré dedicaros palabras llenas de amistad, admiración y amor, que no podré escribir líneas dejando en ellas todo el talento, por poco que sea, que tengo, pienso que no seré yo, que ni siquiera tendré la capacidad de recordaros a lo que fui, a esa persona cariñosa que os cuidó. Y entonces cuando pienso eso siento ganas de llorar, de romper la mascara que he creado para cubrirme cuando tengo miedo o cuando estoy triste. Y entonces sólo anhelo una cosa. Que si llega el momento en el que la razón me abandona, en el que en consecuencia dejo de ser yo. En el que pierdo la mejor de mis cualidades, que es darme a otros, que es cuidar y querer. Entonces, si eso pasara, sólo anhelo que llevéis a ese loco inútil, incapaz de en su locura tan sólo ser alguien cariñoso y agradable, espero que lo llevéis al lugar del que no vuelva. Como si una pieza de ganado enferma fuera, como si de un caballo inútil y tullido se tratara, llevadlo detrás del establo y metedle un tiro en la sien. Acabad con su agonía, aunque no posea cordura ya, os lo agradeceré. Cuando llegue el momento... Hacedlo. Pues de todos mis miedos, que son muchos, pues soy humano y no tan estúpido al menos como para no tenerlos. De todos ellos mi peor miedo es dejar de ser yo, por culpa de la locura. Perder mi esencia, mis rasgos, mi personalidad, lo que me define. En definitiva, perder mi alma. Porque un vivo, sin alma, es sólo un ser vacío, una envoltura inútil. Prefiero ser recordado con amor. Que prevalecer en forma de papel de caramelo vacío al que hay que llevar de la mano a todas partes.

3 comentarios:

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    ¡Gracias!

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  2. Me ha encantado el relato; me intrigó desde el principio. Una lectura rápida y verdaderamente entretenida. Llegué a sentirme por momentos con la desesperación del personaje. Y el final es perfecto.
    Gracias por compartirlo, ya te sigo por aquí y estás en mis círculos de Google+.
    ¡Besos!

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