Mirar tus labios y querer besarlos, mirar tus ojos y clavar en ellos
los míos para no perder un detalle de esa mirada mágica. Eso es, te
amo. Andar a tu lado y contemplar tu gracia, perderme en tus formas,
líneas y en tu cuerpo. Adorarte, cada día, como si fuera el último.
Darte cada beso lleno de pasión como si la vida se me escurriera
entre los dedos, como si la vida fuera arena, como si ese fuera mi
último beso. Acariciar tus cabellos con ternura y cuidado, una
cascada castaña y preciosa, suave, ondulada. Agarrar tu mano con
firmeza y no poder evitar besarla y apretarla junto a mi cara,
sintiendo su suave tacto. Estar cerca de ti y no poder evitar
acariciarte, las manos, los brazos, las piernas la espalda, no poder
evitar cubrir de ternura un cuerpo tan majestuoso un cuerpo tan
perfecto, no poder evitar estar enamorado.
Tu preciosa voz que me abre un mundo, un mundo de anécdotas, un
mundo de risas, una voz que además de preciosa es sabia, lista,
ingeniosa, una voz que habla por una gran mente, podría pasar horas
y horas escuchándote, riéndome de tus ocurrencias, cada una más
loca que la anterior, podría pasar horas escuchando tu historia,
podría pasar horas viéndote esquivar mi mirada, viéndote
sonrojarte, cuando me dices que me amas, cuando me expresas como
estás de enamorada. Podría pasarme vidas enteras así.
Y así es como me siento contigo, así es como haces de mi un hombre
importante, así me das la vida, me iluminas. Así me enamoras, me
haces feliz, me fascinas. Así pasan mis días, anhelando tenerte
entre mis brazos, anhelando lanzarme a los tuyos, anhelando tus
besos, anhelando tus caricias, echándote de menos pensando en ti,
trayendo tu perfecta cara a mis recuerdos, viendo esa expresión que
pones cuando la acaricio, una expresión de felicidad, una expresión
de calma, de tranquilidad, esa expresión que me encanta provocar
pasando mis dedos por tus mejillas en una suave y delicada caricia,
cuando pongo mi mano en tu rostro, dejo mi pulgar en la línea de tu
nariz, mis yemas rozando la línea de tu mandíbula, cubriendo tu
mejilla, tu mandíbula, tu piel con mi mano áspera.
Sólo de recordarte mi respiración se agita, sólo con pensar en ti,
con hablar contigo aunque sea en la distancia, mi pulso se acelera,
mis manos tiemblan, como cuando estoy contigo y me miras de hito en
hito, cuando pasas tus finos dedos por mis cicatrices, mi piel o mis
manos, como cuando andas a mi lado y como por accidente agarras mi
mano, como si hubieran chocado por azar y sin saberlo se hubieran
encontrado y entrelazado.
Pero junto con la magnificencia de amarte y de ser correspondido, con
el placer de ser tuyo por entero, junto con la pasión que inoculas
en mí con tu compañía sólo, también albergo temor y miedo. Estar
enamorado de ti es grato, pero cuando posees algo tan grande o no
sabes apreciarlo o temes perderlo. Cuando tienes lo mejor no puedes
evitar los nervios de extraviarlo. No puedo evitar el temor de que
veas ese lado que no quiero que sea descubierto, no puedo evitar
temer que lo encerrado huya y sea visto, no puedo evitar temer que no
asimiles que hay cosas de mí que no me representan, pero que ahí
están.
Si te gustó esta entrada, o simplemente para leer más como esta puedes darme a g+1, suscribirte a mi blog y seguirme en las redes sociales y hacer difusión. Responderé y leeré cualquier comentario con sugerencias, así que ¡Comenta!
ResponderEliminarTwiter @Nuncamas_Diaz
Facebook Borja Díaz Casas
¡Gracias!