No
os voy a engañar, ni os voy a endulzar lo que me está rondando la
cabeza de ninguna manera, os debo la verdad o eso creo, os la debo
porqué ahora mismo si estáis recorriendo estas líneas con los
ojos, sois mis lectores. El contrato se cierra en consecuencia, tengo
vuestra atención y vosotros tenéis mi verdad o lo que yo creo que
es verdad pues la verdad a veces es relativa a las opiniones. Aunque
este no sea el caso.
Son las tres de la mañana casi y hay algo que no me deja dormir,
algo a lo que no puedo dejar de dar vueltas, algo que me inquieta y
me asusta, y algo que me dispongo a contaros. Puede que vosotros
penséis, bah, no es para tanto, las tres no es tan tarde, creedme
para mí, si. Hace un rato debía estar durmiendo. Por dos razones,
la primera es que esa personita importante que esta por ahí
dedicándome una pequeña parte de su vida me dijo hace ya rato que
durmiera bien que me quería, con eso debería ser suficiente para
granjearme buenos sueños. Sin embargo no es el caso. La segunda
razón es que yo soy de esas personas que llega, plancha la oreja y
en segundos está profundamente dormida. Normalmente es así...
Aunque últimamente...
Voy al grano. Siempre a lo largo de mi vida ha habido episodios en
que he tenido una especie de dolorosa certeza, una certeza a la que
de verdad temo. La locura. Ha habido veces que mi mente se ha reído
de mí, ha jugado conmigo, veces en las que he notado de verdad que
la cordura no me acompañaba, que me sumía en la irracionalidad.
Veces en las que de repente me he quedado en blanco, sin saber nada.
En las que me han hablado de hechos vívidos de los que no albergo
recuerdo alguno. Veces en las que he estado seguro de una cosa, hasta
el punto de poner mi vida en juego si hiciera falta, y me han
desmentido que tal cosa no era así. Veces en las que he estado fuera
de lugar y con la terrorífica seguridad de encontrarme en una
situación en la que no me encontraba. Y la peor de todas tomar una
decisión concreta y difícilmente corregible de la noche a la mañana
sin saber porqué la he tomado.
Pondré ejemplos. En orden mencionado. Estar haciendo cualquier
tarea, estar yendo a cualquier sitio y quedarme paralizado porqué de
repente he perdido la consciencia de donde estoy y hacía que me
dirijo, de tal modo que me ha costado un rato salir de ese
terrorífico estado en blanco; Que alguien me cuente una anécdota y
yo no recuerde un sólo detalle de ella, que ni me suene, hasta el
punto de pensar que esa persona se equivoca de protagonista. Pero sin
embargo que otras personas me digan que esa anécdota es real, no es
una mentira, que era yo de verdad y además era una de esas historias
que no se olvidan, también me ha pasado con personas y lugares,
olvidarlos por completo como si nunca los hubiera conocido; Estar
hablando de algo que recuerdo con seguridad como que tal objeto era
de tal color, o estaba en cierto sitio o posición y que me digan que
no, que era de otro, que estaba en otro lugar o posición. Discutir y
discutir por estar tan seguro de lo que digo que hasta me dejaría
torturar defendiendo lo que creo. Sin embargo tras mucha discusión
darme cuenta de que no tengo razón. Darme cuenta de que mi mente no
funciona bien. La última fue una discusión porqué yo creía que
tal persona había bebido "x" bebida y había bebido otra.
Me hubiera apostado al vida a que había bebido granadina; Despertar
y por algún motivo creer estar en peligro, en un peligro concreto
sentir el miedo y la seguridad de estar en dicho peligro, de que no
estoy en un sueño y de que estoy completamente despierto y
consciente, estar intentando sobrellevar esa amenaza inminente y de
repente, como si esa perdida de la cordura cesara, darme cuenta de
donde estoy y de que todo había sido una locura momentánea; Por
último. El ejemplo más significativo de tomar una decisión de
repente sin saber porqué fue este. Me ha pasado dos veces. Tener una
relación sentimental con alguien. Una relación de mayor o menor
éxito pero una relación, una relación que no estaba en su peor
momento, una relación que por difícil que fuera prometía.
Acostarme una noche más o menos encariñado con esa persona y al día
siguiente al despertar, el primer pensamiento que pasara por mi
cabeza fuera una decisión. "Tengo que dejar a ..." quien
fuera. Una decisión que pareciera implantada en mi mente. En plan
"Origen". De repente te despiertas y has tomado una
decisión tan importante, sin saber cómo, ni porqué, sólo que la
has tomado, que debes hacer esa cosa que ha sido tu primer
pensamiento del día. Piensas eso, es como si tuvieras la completa
seguridad sin entenderlo de que debes hacer esa cosa. Y poco a poco a
lo largo del día, vas argumentando porqué debes hacerlo, pero en el
fondo sabes que no ha sido el raciocinio lo que ha implantado esa
decisión en ti. Gracias a dios o a lo que sea siempre que he tomado
esa decisión ha sido para bien, y en el caso de esas relaciones, no
eran relaciones demasiado serias, importantes ni con vistas de
futuro, pero aún así no puedo evitar temer el "que" haya
tomado esa decisión el "que" haya funcionado de tal manera
para que yo pensara así como si me lo hubieran grabado a fuego, y
sobre todo temo que un día tome esa decisión y sea para mal. Para
llevar mi vida por donde no llevo o para dejar a una persona a la que
de verdad amo y con la que de verdad quiero estar.
Lo peor de algunos de estos casos es que a veces uno puede pensar que
le están engañando, le están intentando confundir. Pero le
desmienten cualquier tipo de duda, hasta el punto que la realidad le
golpea a uno de frente, le arrolla hasta el punto de destrozarlo con
la duda de "¿Estaré loco?", "¿funciona bien mi
mente?" Hacerse esa pregunta es duro, sentir la certeza de que
la mente de uno no marcha bien, de que hay algo que no funciona... Es
doloroso. Es algo que desconcierta que nos arroja a la locura
momentáneamente, a la desesperación por no saber que nos está
pasando, que pasa dentro de nuestro interior. Con el tiempo aprendí
acostúmbrame a estos "lapsos" al menos a acostumbrarme
para que cuando lo sufriera no dejara traslucir mis sentimientos
delatándome. Para que la gente no pensara de mí lo que yo pensaba
en ese momento "Está loco". Pero antes de conseguir
ocultar ese miedo y esa desesperación ante tal incertidumbre no
miento si digo que me ha costado muchas depresiones, mucha rabia,
ira, frustración, lágrimas, gritos y puñetazos impotentes contra
algo. Muchas deseos oscuros y autodestructivos, mucho odio contra mi
mismo y contra mi consciencia y raciocinio. Mucho miedo. Mucho
estrés, mucha preocupación.
Y es que no pienso en ello, tengo la mente llena de cosas para pensar
siempre en algo que no está pasando, pero cuando me pasa no puedo
pensar en otra cosa. No puedo llenar mi mente sobre cosas que
escribir, que hacer. Sobre aventuras que vivir, sobre risas que
sentir o sobre besos que dar. Cuando sufro uno de estos episodios
quedo totalmente anulado por ese estado depresivo de miedo y
desesperada incertidumbre post-ataque. Y pienso en los antecedentes
familiares relacionados con la perdida de la chaveta. Y pienso que si
no estaré loco y todo es un sueño, la vida que tengo es una
fantasía, pienso si no estaré de verdad atado en una habitación
acolchada. Pienso si esos lapsos no irán a más. Pienso si alguien
un día tendrá que sufrirlos junto a mi y por mi culpa. Pienso que
un día acabaré loco, seguramente cuando esté mayor. Que no tendré
esa bella vejez donde uno se conserva fuerte hasta que muere. Que no
seré ese viejo cuyos hijos piensen "Seguro que todavía puede
conmigo" Que no seguiré bien hasta que un día simplemente deje
de estar. Que no disfrutaré de esa vejez idílica y que cuando
llegue el día no tendré la fortaleza que deseo para morir como
quiero, con dignidad y de pies. Pienso, aterrado, que un día la
locura me invadirá. Que un día no seré capaz de ser yo mismo, que
sólo seré una sombra triste que no se me parece, una sombra que no
alberga mis rasgos, que no posee esas pocas cualidades que me hacían
único. Que no es capaz de hacer reír, de infundir ánimos y valor
en otros, que no es capaz de proteger y cuidar, que no es capaz de
querer y amar. Pienso que un día no podré dedicaros palabras llenas
de amistad, admiración y amor, que no podré escribir líneas
dejando en ellas todo el talento, por poco que sea, que tengo, pienso
que no seré yo, que ni siquiera tendré la capacidad de recordaros a
lo que fui, a esa persona cariñosa que os cuidó. Y entonces cuando
pienso eso siento ganas de llorar, de romper la mascara que he creado
para cubrirme cuando tengo miedo o cuando estoy triste. Y entonces
sólo anhelo una cosa. Que si llega el momento en el que la razón me
abandona, en el que en consecuencia dejo de ser yo. En el que pierdo
la mejor de mis cualidades, que es darme a otros, que es cuidar y
querer. Entonces, si eso pasara, sólo anhelo que llevéis a ese loco
inútil, incapaz de en su locura tan sólo ser alguien cariñoso y
agradable, espero que lo llevéis al lugar del que no vuelva. Como si
una pieza de ganado enferma fuera, como si de un caballo inútil y
tullido se tratara, llevadlo detrás del establo y metedle un tiro en
la sien. Acabad con su agonía, aunque no posea cordura ya, os lo
agradeceré. Cuando llegue el momento... Hacedlo. Pues de todos mis
miedos, que son muchos, pues soy humano y no tan estúpido al menos
como para no tenerlos. De todos ellos mi peor miedo es dejar de ser
yo, por culpa de la locura. Perder mi esencia, mis rasgos, mi
personalidad, lo que me define. En definitiva, perder mi alma. Porque
un vivo, sin alma, es sólo un ser vacío, una envoltura inútil.
Prefiero ser recordado con amor. Que prevalecer en forma de papel de
caramelo vacío al que hay que llevar de la mano a todas partes.
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¡Gracias!
Me ha encantado el relato; me intrigó desde el principio. Una lectura rápida y verdaderamente entretenida. Llegué a sentirme por momentos con la desesperación del personaje. Y el final es perfecto.
ResponderEliminarGracias por compartirlo, ya te sigo por aquí y estás en mis círculos de Google+.
¡Besos!
¡Muchas gracias!
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